12.3.06

El ojo de Polifemo o el problema de mirar a través de...

“Insensato eres, oh forastero, o de muy remoto vienes para instarme que tema a los dioses y los acate. Nada nos importa a los Cíclopes...” Odisea. Canto Noveno.

El momento presente nos encuentra tratando de salir de la caverna y con la posibilidad de ver sólo a través del único ojo del gigante cíclope de las multimedia.
Entre aquellas cosas que son características del hombre, su mirada estereoscópica es una particular forma de ver el mundo. Sin embargo el tiempo que nos toca hace pasar nuestra visión del mundo por el ojo, tecnológico ciertamente, pero muy unitario de la cámara televisiva, a la que se han sumado durante “el corto siglo XX una gama tecnológica – sin maldad implícita, convengamos – de elementos que nos ayudan y nos crean dependencias muy fuertes al mismo tiempo.
La aceleración de la vida es un hecho que el siglo XX disparó y el siglo siguiente acató como una orden. La aceleración, el ruido, la simultaneidad de imágenes y hasta de sentidos, la generación de deseos que no nos son propios son algunas de las herramientas de los medios. A partir del pasaje del teléfono liberal a la radio democrática (Horkheimer- Adorno, 1970) el trabajo conjunto de tecnología e ideologías han generado una nueva visión del mundo o mejor aún, una forma de hacer ver el mundo. ¿Quién podría discutirle a un noticiero de una famosa cadena? Si un ciudadano es vilipendiado por televisión o en algún periódico ¿cómo demuestra su inocencia si ya está en boca de todos su reputación quebrada?
Películas como El cuarto poder del genial Costa Gavras o Mentiras que matan y Enemigo público nos aportan a través del mismo ojo elementos para el debate. Necesitamos en esta hora la astucia de Odiseo frente a la indiferencia vital de los medios que sólo es seducida por el momento: la noticia, la diosa del mundo mediático. Tanto Pierre Bordieu como el canadiense Mc Luhan habían hecho oír su voz de alarma frente a los periodistas, seres débiles y pequeños en su individualidad pero enormes gigantes con un gran peso simbólico frente a la audiencia. La lectura, mejor aún el hábito lector, no sólo de textos escritos sino de la misma vida en el sentido que lo entendieron Habermas y Paul Ricoeur, puede promover un sendero de salida en la confusión lógica de los cambios epocales.
A todo lo anterior podríamos agregar para la versión latinoamericana y caribeña la programación del cable que engendra en toda una generación un “modus vivendi” que produce una fractura entre la realidad que palpa y la realidad virtual que se figura. Clips, novelas, series al por mayor, impactan (y el verbo tiene carácter bélico) sobre mentes débiles por falta de alimentos en todos los sentidos, desconfiguradas de sus entornos y que se inhabilitan como nuevos productores de sentido y significación de la cultura. Resultado: crece la población de consumidores que paradójicamente son consumidos. Los que puedan acceder a la conciencia histórica tienen un deber social insoslayable.
Si así no lo hiciéramos, Dios y la Patria nos lo demanden.

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