30.4.20


VIVIR PARA EL ORTO. 
Una guía de lectura para la vida en la contemporaneidad. 

“La recta es una curva de radio infinito” Nicolás de Cusa

Una de las complejidades que sufrimos desde nuestra concepción es la característica de que todo debe ser recto (Orto en griego). Así se nos pauta desde la Ortopedia para que nos encaminemos bien: derechos, pasando por la ortografía para que escribamos con corrección sobre el renglón, obviamente recto. De este modo todo nuestro actuar debe ser conforme a la Ortodoxia. Ciertamente la Ortodoncia nos salva de tener dientes que nos salgan por las mejillas pero nos cuestan más de dos mejillas y los que más las necesitan sólo pueden verlas en las fantásticas publicidades de dentífricos donde sonrientes dientes rectos no parecen ser de los mismos mortales.
En el orden social, las calles de la ciudad deberán ser ortogonales como nos enseñaron los Hispanos en su legado que nos remonta a los Latinos, para no perdernos en los laberintos medievales y menos la circularidad de una Aldea africana donde todos pueden verse y compartir. Y curiosamente una de las mesas más famosas que nos lega la literatura en la niebla de las sagas era redonda, pero es difícil vernos a la cara y estar obligados a la tensión del perdón, a la belleza de la palabra horizontal y no vertical que cae con la gravedad de la orden inflexible. 
Esta matriz de rectitudes se opone a todo lo que se desvía peligrosamente. Si, además, es hacia la izquierda el tema ya se torna “siniestro”. Por lo tanto “levantarse con el pie izquierdo”, ser “zurdo” de mano o de ideología o estar crucificado a la izquierda (es un ejercicio anual para las Pascuas), son signos de no ser “buena gente”. 
De este modo podemos deducir que nuestras vidas transcurren para el Orto, aunque haya gente que pueda escandalizarse de esta afirmación. Curiosamente el problema es vivir así. Por lo tanto deberíamos quebrar esta secuencia que puede parecer altisonante: romper el Orto del curso de nuestras existencias. Este hecho copernicano podría colocarnos en una nueva forma de encarar la vida. Ese fragilísimo y maravilloso milagro que excede con creces nuestras, muchas veces, ingratas ciudades y nuestros actos mezquinos. 
¿Qué clase de rectitudes puede haber en un mundo curvo y donde la razón, la más de las veces, desconoce los razonamientos de ese órgano – no recto – al que la costumbre ha erigido como la zona que nos humaniza? Necesitamos recordar aquello de “La leche de la humana ternura”, al decir de Shakespeare, que afortunadamente nos llega de un pezón curvo y blando, de carne, pleno, no recto, que de ser ortogonal posiblemente lastimaría a la tierna criatura. 
Lo cierto es que las “normas” nos bajan línea con una aceleración que, muchas veces, intenta superar la de la gravedad: creando un ambiente artificial de lo que es en realidad, Lo Grave. El vocablo: Schwere, concepto de “gravedad esencial” que trabaja Rainer María Rilke, es una realidad que se erige muy lejana a estas pobres ideas que un concepto de Derecho – que ocasionalmente se corrompe en su derechura - nos intenta legislar. 
De este modo, las rectitudes quedan en tela de juicio. Ojalá este “desvío de la recta senda” nos ayude a ser más humanos, más sensibles, más abiertos. 

Entre la noche y la mañana, durante el invierno de 2017.

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