17.1.22

Vivir de "Yapa en Yapa"...

 

“La Escuela sola no puede, sin la escuela no se puede”.E. Tenti Fanfani

 

En esta nueva vuelta solar unos amigos (Iri y Miguel) me trajeron, al regalarme este banco, la memoria de mi pupitre de 1º grado inferior.

Volví al patio, a los recreos... al aula. En, esta época que existe esta refriega de bandos, me siento a mirar, a escuchar las posiciones, a darme cuenta que aún jubilado no he abandonado nunca el aula, la he expandido, la he llevado como extensión de mi propio ser. Y con todas las ventajas y desventajas que esto implica, es lo que en muchas partes la ¿pandemia? ha implicado, en este ciclo 2020 tan vapuleado (pareciera que siempre debe haber un chivo expiatorio en la historia humana, alguien que cargue culpas. Me pregunto a mi mismo por las propias o mejor aún, “mis responsabilidades”).

Algo curioso es que la Educación se ha convertido en debate público, hecho que debería ser feliz si cada quien se preguntara por sus responsabilidades y no se cargaran fardos sobre prójimos (y normalmente los mismos) del Sistema Escolar (que sólo es una parte del drama educativo). Al decir es “cuestión del Estado”, esa sentencia nos incluye a todas las personas que lo conformamos, nos guste o no, seamos o no docentes, tengamos prole en edad escolar o no, formemos parte de la élite gubernamental de turno o no: “Todo problema, es un problema educativo”, decía el Padre del Aula. Educativo, no escolar solamente.

Si bien es cierto que la Escuela es la Institución que canaliza gran parte de esta energía que debería movilizarnos, no es la única. Como reza en el epígrafe del Maestro Don Emilio Tenti Fanfani debe existir un acuerdo, una coyuntura de esfuerzos mancomunados para que la Escuela pueda cumplir su rol (en absoluto menor) en la trama social. Debería importarnos como “ciudadanos”, vocación realizada no por mucha de la gente que recorre esta tierra, ya que esa vocación es una de las metas a las que debe aspirar la educación.

“Mucho ayuda el que poco estorba”, es un refrán que bien podríamos tenerlo presente muchas de las partes que componemos la trama educativa, “a quien le quepa el saco que se lo ponga”, dice otro. Las generalizaciones suelen ser injustas y al hablar del COLECTIVO DOCENTE van en ese andar gente que durante la pandemia se puso al hombro la escuela, CONVIRTIÓ NO SÓLO SU CASA, SINO LA DE CADA UNA DE LAS FAMILIAS INVOLUCRADAS: EN UN AULA Y TRABAJÓ NO SÓLO SU HORARIO SINO LO QUE ERA MENESTER, COMO MUCHÍSIMAS DE LAS PERSONAS DEL SERVICIO SANITARIO Y DE SEGURIDAD. PERO NO FUERON TODAS. Algunas no tenían práctica de trabajar y el aislamiento pareció ser una buena excusa para aislarse hasta de responsabilidades (Los cargos públicos a mayor jerarquía implican mayor responsabilidad pero parece que la regla de tres es inversa en este caso. Del mismo modo la ley de la gravedad no se cumple en este universo paralelo y muchas personas que suben, nunca se bajan, hecho físico muy curioso).

Ése, sí, es un cambio al que deberíamos aspirar como sociedad. Que cada quien cumpla con las responsabilidades que le competen y “se gane el pan con el sudor de su frente” no con el de los demás...

Desde mi pupitre hago mis mejores votos por la concientización de quienes deben tomar decisiones (que recuerden a las Madres y Padres de la Patria, sin ambiciones personales, en una entrega absoluta). Las infancias y las juventudes no pueden quedar sin el amparo de la educación, sin ese cuidado, esa “leche de la humana ternura” y se debe valorar la tarea de quienes en silencio, sin publicidad ni campañas han llevado a cabo su tarea. Mi abrazo a cada camarada docente que lo ha hecho siempre y en esta situación, crítica, lo ha redoblado.

 

Escrito en la soledad pandémica.

Daniel

POEMAS DE MADRUGADA o POEMAS VELOCES

 


TRISTEZA

“Por unos puertos arriba, de montaña muy escura. Caminaba el Caballero lastimado de tristura.” A. de Rivera

 

Y pasan las manos a través de los ojos

                              que no acaban de fluir penas apenas..

Aquí, allá y cerca del mar, son miles las causas del dolor.

                                                                                                   La tristeza, una.

 

INSOMNES

 

Y en medio del río del sueño hay quienes se detienen.

Y los hay, también, quienes nadan a contracorriente.

Entonces la oscuridad no puede apagar sus ojos, ni sus gritos de silencio.

 

 

La mañana como una galaxia, lejana, pareciera no llegar. Nunca.

 

                                                                                      La noche infinita, se extiende.

Quizá la muerte cierre sus ojos.

 

EDAD – CICLO – DISTANCIA Y TIEMPO

 

Cuenta regresiva que desconocemos.

O quizá conocemos a tal punto que el esfuerzo es olvidarla

y se  patentiza en angustia de existencia.

¿Es el temor o la sospecha lo que demora nuestros pasos?

¿De dónde se alimenta la angustia que a los Grandes consume y

deja inmunes a los desamparados?

¿Cómo habría de pesarles a quienes la  inclemencia de la Historia arrasa a cada instante?

Es entre los dientes donde verificamos la pérdida, el insomnio, la ausencia.

Y morder la rabia o el miedo no nos cubre del frío lacerante de la frialdad del exterminio.

¿Con qué fuego se alimenta la pasión, la esperanza, el amor?

Subo los ojos a la luna y busco la cruz austral.

                                                            Pisada peregrina.

                                                                         Huella de Laetoli en el cielo austro.

 

VELOCIDAD

Y pareciera que no se mueve. Y sin embargo gira y giramos sin conciencia.

En su devenir de calesita se cansan las memorias.

El vértigo es una alquimia que deshace y desarma.

En el punto crucial de esa carrera se detiene todo. Como un cierre,

como un cántaro que estalla en mil pedazos

hacia los remotos confines de la aurora.

 

Poemas de 40tena…

 

Reflexión sobre el trazo

 

“Somos un error en estado de corrección perpetua”. Santiago Kovadloff

 

Acaso el poema no sean sino sólo hojas de un otoño.

Uno: El único.

Nos cuesta la sencillez, la unicidad.

Quizá porque pensamos en cantidades industriales,

                                                                                   en multitudes.

Y es el mismo, dorado otoño que retorna. O retornamos a él.

Doblados, volados, resquebrajados.

Y creemos escribir  lo que la Savia, sabiamente, ya dijo en cada hoja ,

que volada en página, se dirá:

                                                nueva, abierta pero íntima.

 

 

 

Llueve

 

“Me moriré en París con aguacero un día del cual tengo ya el recuerdo…” César Vallejo

 

¿Otra vez?

Siempre.

¡Cómo si en algún momento hubiese detenido su caída, vertical, grave, húmeda de siglos.

                            Densa en la noche,  

                                                          Violenta en el día.

Sólo perplejidad para quienes, líquidos de historias, sedientos de auroras, sostenemos la existencia debajo de su toldo gris.

Empapados de penas, mojados de ansiedades, expectantes de saltar en sus charcos de alegrías sonoras.

Si somos agua (Ay!),

río (¿risa?),

polvo (poco),

viento… bien, bien, bien…

                     distancia….

     Pausa.

¡Quizá la vida, esa que se escurre - que nos alcanza y nos abandona -, nos cobije y nos restaure!

 

 

A SOLAS CON LA SOMBRA

“A veces sigo a mi sombra, otras me sigue detrás…” Julio Espinosa

 

Bajo el cordón de  la vereda para ver mi desarrollo en la calle y su forma cambiante.

Silueta sutil de historias y de esquinas,

resumen de una vida apretada en un instante.

Desato mi oscuridad

y la cobijo en el aroma de la noche y lo fugaz.

Súbito, la luz, me desnuda y me proyecta.

 

15/8/2020

 

De la construcción de disciplina que cuiden, de castigos que abriguen y de culpas que se conviertan en responsabilidades.

 


Conversamos con las rejas

Por solo el gusto de hablar,

Pero nos mandan callar

Y es preciso conformarnos;

Pues no se debe irritar 

A quien puede castigarnos. 

José Hernández

 

 

Abstract en son de proemio:

 

Sin disciplina no hay ejercicio humano posible. Lo importante es ver qué decimos al hablar de disciplina. Como tantas otras palabras, amor por ejemplo, la disciplina ha perdido el sentido que su etimología indica y ha quedado encorsetada muchas veces en una cuestión de dureza y represión.

Comento una experiencia sobre esta cuestión. Visitaba una escuela para acompañar a Docentes Residentes. Llegué temprano y al subir hacia las aulas conversé con una portera, que me dice: “Esta Escuela necesita mano dura”. A lo que le respondí inmediatamente: “Mano firme, la mano dura lastima, la mano firme sostiene.  

Creo que esta frase explica lo que por disciplina podríamos repensar. Acróbatas, carpinteros, músicos, deportistas, soldador, cualquier persona que quiera dominar el “oficio” de su arte, vibrar de pasión, amerita trabajarla diariamente con rigor. Pero ese rigor no puede ser dañino, porque iría en contra de su misma práctica.

Así el ejercicio escolar necesita una firmeza cariñosa, que imprima una tensión que ayude a cada quien a encontrar su verdadera forma de ser, su singular respuesta a la historia. 

El primer día de clases a mis alumnas, luego Profesoras de Inicial, les pedía que se pararan al lado del banco y luego nos agachábamos en conjunto de modo de estar lo más cerca del piso posible. Desde allí comenzábamos la clase: porque desde esa altura sus alumnas/os las mirarían a ellas y al mundo. Sin esa perspectiva, el cálculo ya era errado.

Podríamos “incomodarnos” un poco y salir un momento de este espacio aunque sea (y no es poco) de un modo mental. Posicionémonos en situaciones en las que “hayamos tenido alguna experiencia” de estas palabras duras: Disciplina, Castigo, Culpa.

A partir de este ejercicio ¿sencillo? Vamos a hacer las invocaciones augurales. Nunca he tenido la indecencia educativa, afortunadamente, de ejercer un acto docente en soledad. No se puede, no se debe (Can y May), hay que llamar a quienes nos han precedido: Podré invocar aquí desde mi Madre (que me enseñó a leer, hacer las compras, a cantar, a morir... RITOS ESENCIALES), A MI MAESTRO REY, al amigo Foucault, Castoriadis, Olga Orozco, María Montessori, Las Cosettini,... el querido Sócrates, Inmanuel Levinas, Hannah Arendt, Paul Ricoeur, Borges... Y como está toda esta Gente me puedo ir: No, debo hacerme responsable, formo parte del Equipo Anfitrión, los in - voqué. Los con - voqué en beneficio de quienes estamos - somos aquí, en este espacio de tiempo.  

LEVANTAR LA MIRADA HACIA EL HORIZONTE: ¿QUIÉNES SOMOS?, ¿DE DÓNDE VENIMOS?, ¿ADÓNDE VAMOS?

“La mayoría de las personas equiparan la disciplina a la ausencia de libertad (…) en realidad ocurre todo lo contrario. sólo las personas disciplinadas son realmente libres. las indisciplinadas son esclavas de los cambios de humor, de los apetitos y las pasiones”. STEPHEN COVEY

El tema que nos reúne implica un trabajo de lectura compleja. Lo iremos tramando en conjunto, nadie lo puede hacer solo. Sí, es cierto, como decía Rilke, que el Solitario podría ir generando una estructura sobre la cual poder trabajar, poder pensarnos en Comunidad.

Si bien en el ejemplo citado se nombra sólo a la disciplina, la culpa y el castigo quedan implícitas. Somos sociedades punitivas, terriblemente moralizantes y moralizadoras que generan cargas de culpa que es necesario expiar. Desde tiempos inmemoriales los diferentes grupos humanos a través de diversos rituales, religiosos, de organización social, de tenor “educativo”, instruían y delineaban “disciplinamientos. Formas de ser, normalizaciones. Temas que el amigo Foucault ha desarrollado claramente, y que sin embargo no se estudian y problematizan en la medida que sería prudente hacerlo. Y no sólo me refiero al ámbito (me encanta este término: “ir juntos”) escolar sino a lo educativo. Tenti Fanfani, el sociólogo mendocino, escribió una frase de una proyección magistral: “La Escuela sola no puede, sin la Escuela no se puede”. Desde otra latitud, Frato, el querido Francesco Tonucci, aboga, dibuja, explica, documenta y lucha por pensar Ciudades de los Niños.

Aquí una distinción esencial a esta charla: LO ESCOLAR / LO EDUCATIVO.

La ESCUELA (y todo su aparato burocrático en el mejor sentido de la palabra) se ocupa de lo ESCOLAR. Haciendo la salvedad de la etimología griega de esta palabra scholae: hacer ocio.

LO EDUCATIVO que debería incumbirle a la SOCIEDAD TODA. Y según nuestro “Padre del Aula”, Todo problema es un problema educativo...

A partir de esta perspectiva educativa es desde donde ambulará esta deriva de palabras que espero podamos poner en diálogo.

Haciendo memoria en el tiempo existen algunos estudios que comentan sobre la dureza de las instrucciones a los fieles en algunas derivaciones del Protestantismo (Inglaterra siglo XVII) . Lo interesante es ver que la dureza de esos mandamientos reposaba en la idea de “cuidar a los fieles” de las penas mucho más duras que imponia la ley para cualquier ilícito, aunque fuere robar un pan que podía merecer la horca. Esa raíz del cuidado no tenía en cuenta la posibilidad de que cada quien fuese “agente de su propio destino”. De hecho la palabra Hereje en su etimología significa el que piensa o decide por sí mismo. Toda la parafernalia de cuidarnos del castigo eterno, no siempre tiene en cuenta la importancia ética de vivir de un modo, al decir de Emmanuel Levinás: “con la conciencia del Otro.” Es que el mandamiento sartreano era muy fuerte: “El infierno es el Otro”. (Sartre;)

La escuela tiene la obligación de responder a mandatos sociales que luego la sociedad no cumple. Y llegamos a situaciones altamente críticas porque no se previeron antes. Al ser ex alumno salesiano es imposible no llevar registrado bajo la piel uno de los lemas de Don Bosco: “Hay dos sistemas, si uno no previene, deberá reprimir”. Ocurre que el punto crucial de esa prevención no puede ser el miedo a la gente, a lo que el “Otro” pueda hacer, eso devendrá en Panóptico, en normalización. El móvil del Sistema Preventivo es la Charitas, es el cuidado, el abrigo, la compañía, el sostén. Implica un “estar antes” donde crear un espacio de respeto, como si fuera un “Sancta Sanctorum”, ese “entre” que nos separa y nos congrega. Ese saber, impresionantemente delicado y frágil, de estar “lo suficientemente cerca y lo inmensamente lejos”. Somos “bichos limitados”, pero esos límites nos dan una ganancia que hay que saber manejar. Entre otras cosas (mejor ni hablar), soy hipermétrope y necesito estos vidrios para “corregirme”, Los anteojos no me golpean, no me gritan, me “corrigen” lo que mis músculos oculares no pueden hacer. ¿Me violenta? De algún modo sí. Pero esa violencia no me degrada, no me inutiliza, no me humilla.

La cita del epígrafe aún con su caudal de “efectivismo” (Covey es el autor de los siete hábitos de la gente altamente efectiva)... tiene una relevancia importante a la hora de desentrañar este término. La necesidad del “entrenamiento” en el arte de “vivir en comunidad”, uno de los Objetivos cruciales del Informe Delors (1999), implica manejar la tensión entre deberes y derechos como operatoria fundamental de esa formación. Y en realidad no pertenece a una “materia” en particular de la Escuela, sino que es una asignatura crucial de la Vida.

En lo referido a “lo escolar” aparecen otras dificultades como el divorcio entre Familias y Docentes ya que las “formas de compartir” y de reaccionar frente a lo social producen abismos. Es muy interesante lo que sobre el particular dice Maimónides: “Así como uno debe honrar y temer a su padre, también está obligado a honrar a su maestro, incluso más que al propio padre. Porque si bien éste lo ha traído al mundo (obviamente suponemos que habla de Madre y padre), al enseñarle es el maestro el que lo introduce al mundo por venir.”

Es, quizá, en estas fracturas sociales donde deberíamos detenernos. La Pandemia nos obligó a detener el mundo y no hemos caído en la cuenta de este hecho hipócrita de no habernos detenido antes, en situaciones tan trágicas como un virus de alcance planetario: endemias que asolan pueblos enteros, niveles de pobreza y exclusión que son vergonzantes, actitudes de desprecio frente a la contaminación de la Tierra toda.

 

ENTRANDO EN TEMA O INTERNÁNDONOS EN EL IMPENETRABLE

Ni quiera más amparo que la piel...” Jorge Fandermole

Antelo en el documento sobre “La Falsa antinomia entre enseñanza y asistencia” (2005) nos habla de esta relación. El texto forma parte de una serie de dossiers que la revista “El Monitor de la Educación”, renovada en la primera década del tercer milenio reflotó (y son una joya). Éste precisamente es del 2006, pero muchos de los artículos trabajan el tema del “Cuidar”. Curiosamente venimos de una temporada, larga por cierto, de cuidados a los que no estábamos acostumbrados. Sin embargo y como factor maravilloso de esta pandemia es el haber renovado esta necesidad del cuidado. Ahora bien, ¿qué significados alcanza este verbo en nuestra sociedad hoy? ¿En cada quien?¿Cómo lo vivimos hacia adentro y cómo lo proyectamos hacia afuera?

Como ejemplo del tema disciplinario podemos leer en el Reglamento de primeras letra para la campaña, Buenos Aires 1814 (tomado del dossier Convivir en la Escuela, noviembre 2004. Inés Dussel). Lo interesante no es sólo lo que expresa sino lo que supone, lo no dicho (y quizá aquí esté la fuerza mayor del castigo: el temor a lo desconocido. “Que el Alcalde y el Cura tomen las providencias que hallare convenientes...”. Asimismo otras especificaciones hablan de “quedarse fuera de hora” (el tiempo como castigo) y la de a tarea escolar como carga.

Si bien es cierto que es necesaria la norma, la ley que nos indique el camino (así como lo ilustra Barylko con el ejemplo de las líneas blancas en la ruta de noche) es menester que la “aplicación” (etimológicamente “hacer pliegues, trenzar”) no sea una guillotina, un mazazo. Tenemos aquí dos cuestiones ( o quizá más): Lo que debemos revisar en las Normas (no sólo por lo que dicen o el modo en que están formuladas) sino la manera en la que las hacemos cumplir y la incoherencia entre lo que decimos y hacemos. Ésta fractura, este divorcio que nuestras infancias y juventudes visibilizan en nosotros, sociedad adulta, es posiblemente la gran catástrofe de nuestra vida cívica. En realidad cuando eso sucede lo que estamos enseñando es la HIPOCRESÍA. Si hay un insulto lapidario de Jesús es ese: la levadura de los Fariseos.

Como expresábamos antes, los divorcios entre los puntos de vista de las Familias y lo que imponen las escuelas, las prácticas esquizofrénicas frente a nuestra prole, las impertinencias de quienes manejan las leyes y las economías a su antojo, tienen una imagen, una réplica en lo que nos sucede a diario y no alcanzamos a entender como proceso de “acción y reacción” elemental. Si no generamos una “autocrítica” seria, profunda, que implique un reposicionamiento frente a nuestras posturas - acciones erradísimas, el tsunami de la historia no nos va a perdonar. Las dos grandes guerras que se derramaron desde Europa a todo el globo no han tenido el suficiente análisis y puesta en práctica de modo efectivo como para operar cambios radicales. Europa no reconoce aún el sometimiento al que obligó (disciplinamiento, diría Foucault) a sus Colonias (o sea el mundo restante) y se escandaliza cuando los “inmigrantes ilegales” quieren vivir en el “1º mundo”. ¿Por qué debe ser un castigo vivir en Calcuta, Cali, Sedhiou, Túnez, Antofagasta de la Sierra, entre otras...?

 

 

 

LA POÉTICA COMO AMPARO, COMO SORTILEGIO PARA REDIRIGIR NUESTRAS PEDAGOGÍAS CANSADAS Y TANTAS VECES EXASPERANTES

“Cuando me nombras, Tu voz me recupera desde la sombra.” Beatriz Piedras

 

Si existe algo que toque el alma humana es la dulzura de la voz de otra humanidad que nos “recupera” del: SILENCIO, HASTÍO, AUSENCIA, FATIGA, PÉRDIDA...

Hay una película que toda persona vinculada a la educación (o sea todas) debería ver, es La escuela de la Señorita Olga (Piazza, 1991). En ella se escucha la voz de Leticia, hermana de Olga Cosettini, colaboradora de una experiencia pedagógica inusual (que debería replicarse hasta el infinito) y se nota el valor de la voz. La melodía suave pero firme, que amonesta con dulzura, que sabe destacar lo válido, lo que construye a la persona y cuestiona lo que la denigra.

A la matriz crucial de nuestras “disciplinas” podríamos interpelar con algunas cuestiones tales como: ¿A quién castigamos con nuestras varas?; ¿Qué cosa golpeamos en lo que queremos castigar? Porque una palabra que surge desde el fondo de estas cuestiones es el PERDÓN. Palabra muy difícil de pronunciar y más aún de vivir, de experimentar. En boca de nuestro Maestro Emmanuel Levinas un arma tan poderosa que puede, según sus palabras: destruir la irreversibilidad del tiempo. Propongo detenernos un instante (¿cuánto dura un instante ya que hablamos del tiempo?), y desgranar esta aseveración leviniana. El perdón no es una palabra que yo exhalo así como un resoplido cansado. No es que diga: Perdón, se me escapó un disparo a tu corazón, Ups, “me mandé una `cagada`(sic)” - aparentemente lo que dijo el femicida de Úrsula a su tío... El perdón es una construcción, es una Arquitectura, que se trama, se urde en el tiempo y en la sociedad toda. Silvia Bleichmar (ver Dolor País) ha trabajado mucho el tema de la corrupción, la impunidad, y todo lo que eso degrada en nuestra dolida y rota humanidad. Y es otro Maestro, Borges ahora, quien nos acerca una respuesta: “la salvación por las obras” y frente a la inconmensurable maldad humana surge el Haiku, como una bendición, como el mantra que aplaca a los dioses. Esa brisa de 17 sílabas (un veintiún gramos, quizá) que detiene el inexorable castigo divino.

¿Cómo urdir, entonces, esta sentencia, la aseveración leviniana y nuestras necesidades de “disciplinar, corregir, contener a nuestras criaturas infantes, adolescentes, jóvenes, estos espíritus en formación (como si nosotros ya estuviéramos terminados)?

Se abre aquí un espacio ético desde dónde responder esta cuestión, ya que no debería dirimirse en otro terreno (Por eso los gobiernos deberían estar menos en manos de abogados y economistas y más en la de intelectuales de la salud y la educación). Entonces, junto con tantas almas que dedicaron su vida a este aspecto esencial de nuestra humanidad y que muchas ya hemos invocado aquí, debemos medirnos en esta dirección. No en el sentido del lecho de Procusto (de puede explicar si hiciera falta) y ser de ese modo el fiel de la balanza sino en el de poder tener la apertura de no exigir lo que no hemos dado o aquello de lo que no podemos dar ejemplo en primer lugar. Luego, y casi sincrónicamente, “escuchar” las dimensiones éticas de la Otredad que se nos presenta.

Con el deseo de construir y al decir de Hernández: “No es para mal de ninguno, sino para bien de todos...”

Desarrollado en pandemia en el 2020 y revisado a la luz del verano de 2021 en Ranelagh.

Daniel Farina




16.1.22

UN CÉSAR CON LOS “CINCO SENTIDOS ALERTA”

 

Boceto del artista de Plátanos, César Bustillo

 

“Era yo un río en el atardecer (...). Me atravesaba un río, me atravesaba un río...” J.L. Ortiz

 

El de Plátanos no es un río, es un arroyo. Pero no uno anónimo, sino el Arroyo encantado. A su vera corrió, como un afluente, la vida de César. Elemento esencial para la vida, el agua, evidencia, en su claridad, lo íntimo de quienes habitan la tierra y la constituyen morada.  

Sólo aquí reflejarás mi alma”, escribió el artista sobre el espejo. Y no sólo allí sino en toda la extensión de su Taller / Morada - hoy Museo Municipal - que se presenta como un cuaderno de artista. Entrar es experimentar su presencia. Ya, el frontis, nos advierte que “Arte es la expresión universal de belleza siempre vigente”. Como puerta de galpón de terneros que fuera, su altura obliga a agacharse. Hay un aire de reverencia y cierta sacralidad que impregnó su estilo de vida. El piso de ladrillos, las paredes pintadas a la cal, la ausencia casi total de muebles describen su personalidad  mística.

La pared sur que se enfrenta al visitante lanza la pregunta: ¿Quién es yo? (única frase en amarillo), que ilumina más que interrogar a quienes buscan conocer su vida. El impacto y el silencio son una consecuencia. Las paredes y las columnas hablan, no sólo por estar escritas en abundancia. Toda superficie se convierte en papel para expresar una idea, una emoción o una queja: “Humo pestilente de las fábricas, ¿por qué envenenas el aire de estos campos y echas a perder tantos corazones buenos?”. Quizá lo que descubrió Borges en esa “hora de la tarde, cuando la llanura quiere decir algo y nunca lo dice...”, es lo que enfrentamos al cruzar el umbral: “El hombre posee todo al darse todo”. No es común en los talleres de artistas que haya tantos portadores de textos. El ambiente se constituye en Obra.

“Fue en Plátanos donde por primera vez aspiré ansioso y su aire puro dilató mis pulmones, mi llanto se mezcló al canto enamorado de los grillos...”. En esa tierra y con el agua pura del arroyo el barro se hace rancho, morada. “Con agua de las entrañas de Plátanos enjuago mis manos y mi frente”, con ella, también, la harina amasada al calor de las manos preparan el pan y la historia que nos hace personas fluye en un curso de palabras: “Arroyo de Plátanos, tu fertilizas los recodos más secos de mi alma”.  

“El cuento es muy sencillo”, como dijera Mario Benedetti. Pero precisamente esa sencillez está preñada de un aura de inmensidad. Será que crecer mirando el horizonte infinito ensancha el deseo y orienta la conciencia hacia lo que es eterno. Y si hay algo que descubre la grandeza de las personas y lo que ellas producen, es el tiempo. En ese duro proceso de purificación, la intemperie nos revela aquello que es imperecedero. Nadie es “perfecto”, pero los mismos defectos, al ser elaborados, se ordenan en ese desarrollo y se van aquilatando hasta llegar a una síntesis. La que necesita la posteridad como herencia, como legado.

Los artistas se asemejan al material con que trabajan, en el caso de César hay una variedad desde la tela y el papel hasta la madera y la piedra. Del mismo modo son hijos de su tiempo, pero hay excepciones, ésta es una de ellas. Como muchos artistas de su generación que nacieron en familias económicamente acomodadas, podría haber disfrutado de algunos placeres a los que renunció con una austeridad en grado  ascético: “El arte exige la misma honestidad y la misma sinceridad que el amor, la bondad o el sacrificio”.

En el caso de muchos artistas su obra es lo que los sobrevive. En César hay algo más, son sus ámbitos, los espacios que él creó, territorio transformado, intervenido... Para comprenderlos es necesario pisar el suelo como un primer hombre: “El cerebro crea cálculos, el corazón ternura. El cerebro hace obreros, el corazón artesanos”. Ciertamente un punto crucial de su obra fueron los frescos del Hotel Provincial de Mar del Plata en los que tomó como tema principal “los vientos del país”. La obra de restauración de la Rambla, fue encargada a su Padre, el arquitecto Alejandro Bustillo. Éste solicitó a César el trabajo de pintura en el hall del Hotel Provincial. Compromiso que ejecutó ad honorem, en muy pocos meses y con la fuerza de un pugilista (deporte que amaba y practicaba a espaldas de su familia). Sin embargo, vientos de tormenta y pesar serían el fruto amargo de esa tarea, quizá el motor de la enfermedad que lo llevaría a una muerte temprana. Las obras fueron puestas en litigio y se generó una polémica de la que no hace mucho se revelaron los informes. Prestigiosas figuras de la intelectualidad opinaron y de modo condenatorio sobre los frescos. Lo cierto es que primero tuvo que “cubrir pudorosamente” algunos desnudos y finalmente la Comisión, formada ad hoc, ¡los hizo tapar con telas! Los “juicios condenatorios” y los “silencios burocráticos” se clavaron como puñales en su experiencia sensible del arte. Entre los años 1949 y 1962 la incertidumbre sobre el destino de los frescos pesaba con profunda gravedad. El artista se refugió en la vida sencilla de su Plátanos natal, paraíso que necesitaba para sobrellevar la pesada carga de la existencia.  

Había nacido allí, en el Chalet “Los Claveles”, regalo de casamiento de los abuelos Ayerza, en la primavera de 1917 cuando del otro lado del mundo la revolución florecía con sangre y Europa se debatía aún entre el lodo y la pólvora. Ya en el siglo XIX, Francisco de Goya, casi sordo, había anticipado que “el sueño de la razón engendra monstruos”, pero los poderosos que movilizan las guerras, suelen ser, curiosamente, sordos al arte y a la vida. A la distancia de esas atrocidades, pero no insensible a ellas, César creció en una cercanía con la naturaleza que para él fue maestra. Aparentemente autodidacta como artista, creció viendo la labor paterna, en obras como el Banco de la Nación en Plaza de Mayo, el Llao Llao en Bariloche, el Monumento a la Bandera en Rosario.

El otoño de 1969 trajo la certeza que el artista esperaba:

Si supiera que en la otra orilla me será posible

oír el canto de los pájaros, gozar de amaneceres y atardeceres,

husmear los olores del campo

y ver a mis seres queridos me dejaría llevar sin pena.”

Su amigo del alma Gregorio Serventi, Goyo, viajó en tren a la Capital para el velorio llevando tres hojitas de plátano como ofrenda de despedida. “La más maravillosa corona de flores que recibió mi padre en su entierro”, fue el comentario de uno de sus hijos y que Ana maría de Mena rescata en su bellísima “arqueología humana”, dentro de su precioso texto: César Ave: Los muros de Bustillo. El “Recinto” quedó al cuidado de Goyo, eximio adiestrador de caballos árabes de la estancia de los Ayerza, que protegió el lugar con entrañable ternura, como quien monta guardia ante un precioso tesoro. Con motivo del homenaje que la Secretaría de Cultura local realiza en 1999, la familia decide donar el predio al Municipio, reconociendo que es parte del acervo local. Liliana Porfiri, Directora de Patrimonio, documenta la intensa labor de restauración del lugar y de recuperación de la figura del artista. “Bustilleando”- neologismo que se fragua durante la tarea -, recopila en dos libros - ¿Quién es yo? Y Alejandro Bustillo: La Estancia -, la obra y el sentimiento del artista, su padre, el entorno familiar y el Plátanos de esa época que a poco más de 30 km. parecía el confín de La Capital envuelta en su trajín de progreso vertiginoso: “Hoy mi alma de fiesta está, lejos de la tentacular Buenos Aires...”

Lejos del bullicio, compartió con Guillermo Enrique Hudson - a quien admiraba - su amor por los pájaros:  

Calandria que cantas,

Continúa cantando

sobre mi lápida, y

Resucitaré para oírte.

Que así sea, Maestro.

 

Al florecer el ciruelo en Ranelagh, invierno de 2021.

Daniel Farina