17.1.22

De la construcción de disciplina que cuiden, de castigos que abriguen y de culpas que se conviertan en responsabilidades.

 


Conversamos con las rejas

Por solo el gusto de hablar,

Pero nos mandan callar

Y es preciso conformarnos;

Pues no se debe irritar 

A quien puede castigarnos. 

José Hernández

 

 

Abstract en son de proemio:

 

Sin disciplina no hay ejercicio humano posible. Lo importante es ver qué decimos al hablar de disciplina. Como tantas otras palabras, amor por ejemplo, la disciplina ha perdido el sentido que su etimología indica y ha quedado encorsetada muchas veces en una cuestión de dureza y represión.

Comento una experiencia sobre esta cuestión. Visitaba una escuela para acompañar a Docentes Residentes. Llegué temprano y al subir hacia las aulas conversé con una portera, que me dice: “Esta Escuela necesita mano dura”. A lo que le respondí inmediatamente: “Mano firme, la mano dura lastima, la mano firme sostiene.  

Creo que esta frase explica lo que por disciplina podríamos repensar. Acróbatas, carpinteros, músicos, deportistas, soldador, cualquier persona que quiera dominar el “oficio” de su arte, vibrar de pasión, amerita trabajarla diariamente con rigor. Pero ese rigor no puede ser dañino, porque iría en contra de su misma práctica.

Así el ejercicio escolar necesita una firmeza cariñosa, que imprima una tensión que ayude a cada quien a encontrar su verdadera forma de ser, su singular respuesta a la historia. 

El primer día de clases a mis alumnas, luego Profesoras de Inicial, les pedía que se pararan al lado del banco y luego nos agachábamos en conjunto de modo de estar lo más cerca del piso posible. Desde allí comenzábamos la clase: porque desde esa altura sus alumnas/os las mirarían a ellas y al mundo. Sin esa perspectiva, el cálculo ya era errado.

Podríamos “incomodarnos” un poco y salir un momento de este espacio aunque sea (y no es poco) de un modo mental. Posicionémonos en situaciones en las que “hayamos tenido alguna experiencia” de estas palabras duras: Disciplina, Castigo, Culpa.

A partir de este ejercicio ¿sencillo? Vamos a hacer las invocaciones augurales. Nunca he tenido la indecencia educativa, afortunadamente, de ejercer un acto docente en soledad. No se puede, no se debe (Can y May), hay que llamar a quienes nos han precedido: Podré invocar aquí desde mi Madre (que me enseñó a leer, hacer las compras, a cantar, a morir... RITOS ESENCIALES), A MI MAESTRO REY, al amigo Foucault, Castoriadis, Olga Orozco, María Montessori, Las Cosettini,... el querido Sócrates, Inmanuel Levinas, Hannah Arendt, Paul Ricoeur, Borges... Y como está toda esta Gente me puedo ir: No, debo hacerme responsable, formo parte del Equipo Anfitrión, los in - voqué. Los con - voqué en beneficio de quienes estamos - somos aquí, en este espacio de tiempo.  

LEVANTAR LA MIRADA HACIA EL HORIZONTE: ¿QUIÉNES SOMOS?, ¿DE DÓNDE VENIMOS?, ¿ADÓNDE VAMOS?

“La mayoría de las personas equiparan la disciplina a la ausencia de libertad (…) en realidad ocurre todo lo contrario. sólo las personas disciplinadas son realmente libres. las indisciplinadas son esclavas de los cambios de humor, de los apetitos y las pasiones”. STEPHEN COVEY

El tema que nos reúne implica un trabajo de lectura compleja. Lo iremos tramando en conjunto, nadie lo puede hacer solo. Sí, es cierto, como decía Rilke, que el Solitario podría ir generando una estructura sobre la cual poder trabajar, poder pensarnos en Comunidad.

Si bien en el ejemplo citado se nombra sólo a la disciplina, la culpa y el castigo quedan implícitas. Somos sociedades punitivas, terriblemente moralizantes y moralizadoras que generan cargas de culpa que es necesario expiar. Desde tiempos inmemoriales los diferentes grupos humanos a través de diversos rituales, religiosos, de organización social, de tenor “educativo”, instruían y delineaban “disciplinamientos. Formas de ser, normalizaciones. Temas que el amigo Foucault ha desarrollado claramente, y que sin embargo no se estudian y problematizan en la medida que sería prudente hacerlo. Y no sólo me refiero al ámbito (me encanta este término: “ir juntos”) escolar sino a lo educativo. Tenti Fanfani, el sociólogo mendocino, escribió una frase de una proyección magistral: “La Escuela sola no puede, sin la Escuela no se puede”. Desde otra latitud, Frato, el querido Francesco Tonucci, aboga, dibuja, explica, documenta y lucha por pensar Ciudades de los Niños.

Aquí una distinción esencial a esta charla: LO ESCOLAR / LO EDUCATIVO.

La ESCUELA (y todo su aparato burocrático en el mejor sentido de la palabra) se ocupa de lo ESCOLAR. Haciendo la salvedad de la etimología griega de esta palabra scholae: hacer ocio.

LO EDUCATIVO que debería incumbirle a la SOCIEDAD TODA. Y según nuestro “Padre del Aula”, Todo problema es un problema educativo...

A partir de esta perspectiva educativa es desde donde ambulará esta deriva de palabras que espero podamos poner en diálogo.

Haciendo memoria en el tiempo existen algunos estudios que comentan sobre la dureza de las instrucciones a los fieles en algunas derivaciones del Protestantismo (Inglaterra siglo XVII) . Lo interesante es ver que la dureza de esos mandamientos reposaba en la idea de “cuidar a los fieles” de las penas mucho más duras que imponia la ley para cualquier ilícito, aunque fuere robar un pan que podía merecer la horca. Esa raíz del cuidado no tenía en cuenta la posibilidad de que cada quien fuese “agente de su propio destino”. De hecho la palabra Hereje en su etimología significa el que piensa o decide por sí mismo. Toda la parafernalia de cuidarnos del castigo eterno, no siempre tiene en cuenta la importancia ética de vivir de un modo, al decir de Emmanuel Levinás: “con la conciencia del Otro.” Es que el mandamiento sartreano era muy fuerte: “El infierno es el Otro”. (Sartre;)

La escuela tiene la obligación de responder a mandatos sociales que luego la sociedad no cumple. Y llegamos a situaciones altamente críticas porque no se previeron antes. Al ser ex alumno salesiano es imposible no llevar registrado bajo la piel uno de los lemas de Don Bosco: “Hay dos sistemas, si uno no previene, deberá reprimir”. Ocurre que el punto crucial de esa prevención no puede ser el miedo a la gente, a lo que el “Otro” pueda hacer, eso devendrá en Panóptico, en normalización. El móvil del Sistema Preventivo es la Charitas, es el cuidado, el abrigo, la compañía, el sostén. Implica un “estar antes” donde crear un espacio de respeto, como si fuera un “Sancta Sanctorum”, ese “entre” que nos separa y nos congrega. Ese saber, impresionantemente delicado y frágil, de estar “lo suficientemente cerca y lo inmensamente lejos”. Somos “bichos limitados”, pero esos límites nos dan una ganancia que hay que saber manejar. Entre otras cosas (mejor ni hablar), soy hipermétrope y necesito estos vidrios para “corregirme”, Los anteojos no me golpean, no me gritan, me “corrigen” lo que mis músculos oculares no pueden hacer. ¿Me violenta? De algún modo sí. Pero esa violencia no me degrada, no me inutiliza, no me humilla.

La cita del epígrafe aún con su caudal de “efectivismo” (Covey es el autor de los siete hábitos de la gente altamente efectiva)... tiene una relevancia importante a la hora de desentrañar este término. La necesidad del “entrenamiento” en el arte de “vivir en comunidad”, uno de los Objetivos cruciales del Informe Delors (1999), implica manejar la tensión entre deberes y derechos como operatoria fundamental de esa formación. Y en realidad no pertenece a una “materia” en particular de la Escuela, sino que es una asignatura crucial de la Vida.

En lo referido a “lo escolar” aparecen otras dificultades como el divorcio entre Familias y Docentes ya que las “formas de compartir” y de reaccionar frente a lo social producen abismos. Es muy interesante lo que sobre el particular dice Maimónides: “Así como uno debe honrar y temer a su padre, también está obligado a honrar a su maestro, incluso más que al propio padre. Porque si bien éste lo ha traído al mundo (obviamente suponemos que habla de Madre y padre), al enseñarle es el maestro el que lo introduce al mundo por venir.”

Es, quizá, en estas fracturas sociales donde deberíamos detenernos. La Pandemia nos obligó a detener el mundo y no hemos caído en la cuenta de este hecho hipócrita de no habernos detenido antes, en situaciones tan trágicas como un virus de alcance planetario: endemias que asolan pueblos enteros, niveles de pobreza y exclusión que son vergonzantes, actitudes de desprecio frente a la contaminación de la Tierra toda.

 

ENTRANDO EN TEMA O INTERNÁNDONOS EN EL IMPENETRABLE

Ni quiera más amparo que la piel...” Jorge Fandermole

Antelo en el documento sobre “La Falsa antinomia entre enseñanza y asistencia” (2005) nos habla de esta relación. El texto forma parte de una serie de dossiers que la revista “El Monitor de la Educación”, renovada en la primera década del tercer milenio reflotó (y son una joya). Éste precisamente es del 2006, pero muchos de los artículos trabajan el tema del “Cuidar”. Curiosamente venimos de una temporada, larga por cierto, de cuidados a los que no estábamos acostumbrados. Sin embargo y como factor maravilloso de esta pandemia es el haber renovado esta necesidad del cuidado. Ahora bien, ¿qué significados alcanza este verbo en nuestra sociedad hoy? ¿En cada quien?¿Cómo lo vivimos hacia adentro y cómo lo proyectamos hacia afuera?

Como ejemplo del tema disciplinario podemos leer en el Reglamento de primeras letra para la campaña, Buenos Aires 1814 (tomado del dossier Convivir en la Escuela, noviembre 2004. Inés Dussel). Lo interesante no es sólo lo que expresa sino lo que supone, lo no dicho (y quizá aquí esté la fuerza mayor del castigo: el temor a lo desconocido. “Que el Alcalde y el Cura tomen las providencias que hallare convenientes...”. Asimismo otras especificaciones hablan de “quedarse fuera de hora” (el tiempo como castigo) y la de a tarea escolar como carga.

Si bien es cierto que es necesaria la norma, la ley que nos indique el camino (así como lo ilustra Barylko con el ejemplo de las líneas blancas en la ruta de noche) es menester que la “aplicación” (etimológicamente “hacer pliegues, trenzar”) no sea una guillotina, un mazazo. Tenemos aquí dos cuestiones ( o quizá más): Lo que debemos revisar en las Normas (no sólo por lo que dicen o el modo en que están formuladas) sino la manera en la que las hacemos cumplir y la incoherencia entre lo que decimos y hacemos. Ésta fractura, este divorcio que nuestras infancias y juventudes visibilizan en nosotros, sociedad adulta, es posiblemente la gran catástrofe de nuestra vida cívica. En realidad cuando eso sucede lo que estamos enseñando es la HIPOCRESÍA. Si hay un insulto lapidario de Jesús es ese: la levadura de los Fariseos.

Como expresábamos antes, los divorcios entre los puntos de vista de las Familias y lo que imponen las escuelas, las prácticas esquizofrénicas frente a nuestra prole, las impertinencias de quienes manejan las leyes y las economías a su antojo, tienen una imagen, una réplica en lo que nos sucede a diario y no alcanzamos a entender como proceso de “acción y reacción” elemental. Si no generamos una “autocrítica” seria, profunda, que implique un reposicionamiento frente a nuestras posturas - acciones erradísimas, el tsunami de la historia no nos va a perdonar. Las dos grandes guerras que se derramaron desde Europa a todo el globo no han tenido el suficiente análisis y puesta en práctica de modo efectivo como para operar cambios radicales. Europa no reconoce aún el sometimiento al que obligó (disciplinamiento, diría Foucault) a sus Colonias (o sea el mundo restante) y se escandaliza cuando los “inmigrantes ilegales” quieren vivir en el “1º mundo”. ¿Por qué debe ser un castigo vivir en Calcuta, Cali, Sedhiou, Túnez, Antofagasta de la Sierra, entre otras...?

 

 

 

LA POÉTICA COMO AMPARO, COMO SORTILEGIO PARA REDIRIGIR NUESTRAS PEDAGOGÍAS CANSADAS Y TANTAS VECES EXASPERANTES

“Cuando me nombras, Tu voz me recupera desde la sombra.” Beatriz Piedras

 

Si existe algo que toque el alma humana es la dulzura de la voz de otra humanidad que nos “recupera” del: SILENCIO, HASTÍO, AUSENCIA, FATIGA, PÉRDIDA...

Hay una película que toda persona vinculada a la educación (o sea todas) debería ver, es La escuela de la Señorita Olga (Piazza, 1991). En ella se escucha la voz de Leticia, hermana de Olga Cosettini, colaboradora de una experiencia pedagógica inusual (que debería replicarse hasta el infinito) y se nota el valor de la voz. La melodía suave pero firme, que amonesta con dulzura, que sabe destacar lo válido, lo que construye a la persona y cuestiona lo que la denigra.

A la matriz crucial de nuestras “disciplinas” podríamos interpelar con algunas cuestiones tales como: ¿A quién castigamos con nuestras varas?; ¿Qué cosa golpeamos en lo que queremos castigar? Porque una palabra que surge desde el fondo de estas cuestiones es el PERDÓN. Palabra muy difícil de pronunciar y más aún de vivir, de experimentar. En boca de nuestro Maestro Emmanuel Levinas un arma tan poderosa que puede, según sus palabras: destruir la irreversibilidad del tiempo. Propongo detenernos un instante (¿cuánto dura un instante ya que hablamos del tiempo?), y desgranar esta aseveración leviniana. El perdón no es una palabra que yo exhalo así como un resoplido cansado. No es que diga: Perdón, se me escapó un disparo a tu corazón, Ups, “me mandé una `cagada`(sic)” - aparentemente lo que dijo el femicida de Úrsula a su tío... El perdón es una construcción, es una Arquitectura, que se trama, se urde en el tiempo y en la sociedad toda. Silvia Bleichmar (ver Dolor País) ha trabajado mucho el tema de la corrupción, la impunidad, y todo lo que eso degrada en nuestra dolida y rota humanidad. Y es otro Maestro, Borges ahora, quien nos acerca una respuesta: “la salvación por las obras” y frente a la inconmensurable maldad humana surge el Haiku, como una bendición, como el mantra que aplaca a los dioses. Esa brisa de 17 sílabas (un veintiún gramos, quizá) que detiene el inexorable castigo divino.

¿Cómo urdir, entonces, esta sentencia, la aseveración leviniana y nuestras necesidades de “disciplinar, corregir, contener a nuestras criaturas infantes, adolescentes, jóvenes, estos espíritus en formación (como si nosotros ya estuviéramos terminados)?

Se abre aquí un espacio ético desde dónde responder esta cuestión, ya que no debería dirimirse en otro terreno (Por eso los gobiernos deberían estar menos en manos de abogados y economistas y más en la de intelectuales de la salud y la educación). Entonces, junto con tantas almas que dedicaron su vida a este aspecto esencial de nuestra humanidad y que muchas ya hemos invocado aquí, debemos medirnos en esta dirección. No en el sentido del lecho de Procusto (de puede explicar si hiciera falta) y ser de ese modo el fiel de la balanza sino en el de poder tener la apertura de no exigir lo que no hemos dado o aquello de lo que no podemos dar ejemplo en primer lugar. Luego, y casi sincrónicamente, “escuchar” las dimensiones éticas de la Otredad que se nos presenta.

Con el deseo de construir y al decir de Hernández: “No es para mal de ninguno, sino para bien de todos...”

Desarrollado en pandemia en el 2020 y revisado a la luz del verano de 2021 en Ranelagh.

Daniel Farina




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